En busca de La Ciudad Perdida

INTERCATIA

 
 

Nosotros, las gentes de Paredes de Nava, no desistimos de encontrar la mítica ciudad vaccea que los romanos llamaron Intercatia, pues desde siempre, hemos presentido  en nuestro  corazón,  que se encuentra  entre nosotros.

 Alguien nos dice, quizá la Tradición, que Intercatia  descansa en nuestro pueblo, al noreste de la villa, en el campo y en lo alto, en el paraje que lleva el sugestivo nombre de “La Ciudad”, un lugar en donde las tierras de la llanura,  cansadas de tanta monotonía, se levantan bruscamente sobre si mismas y se pliegan en terrosas y quebradizas cuestas. Ya arriba, en el altozano, donde  los vientos arrecian y el cielo es más azul, estas tierras cansadas del esfuerzo y defendidas por la altura, continúan su camino ofreciendo al espectador la grandeza y el dominio de  la inmensidad de los campos. Es aquí dónde algunos sospechan de su existencia,  pero nosotros queremos atrevernos  a más  y  afirmar que debajo de estos campos de labranza, enterrada en las arcillosas y amarillentas tierras, descansa nuestra ciudad, la que habitaron nuestros antepasados.

 Dicen las Crónicas que  durante muchos años, fue una ciudad hostil a los romanos, que se enfrentó valientemente a ellos en el año 151 a. C y su gesta heroica fue narrada por todos los historiadores conocidos de la Antigüedad. También  dicen que  mantuvo relaciones comerciales con el enemigo, pero que al fin cayó vencida en manos del procónsul Sexto Apuleyo, sintió entonces los efectos de la romanización y siglos después fue destruida por los bárbaros del norte.

 Por ello,  decimos nosotros, que esta ciudad tan orgullosa en otros tiempos de si misma, tan honorable durante siglos, se muestra desde su derrota arisca, no se deja ver y ha querido  permanecer oculta, enterrada  y avergonzada, tal vez, por haber sido vencida y no quiere enseñar nada de sus restos  a los extraños  que por estos pagos han venido.

  Muchos la están buscando desde hace  siglos y escriben y hablan de ella en libros y tratados y se afanan en estudios, descripciones y proyectos, aseverando que conocen dónde se encuentra y la colocan en lugares dispares y lejanos, en encrucijadas  de caminos antiguos y vías romanas de la gran mesera castellana.

  Nosotros, nos lo dice el corazón, presentimos  que se esconde aquí  y quizá tengamos que ser los paredeños,  por afecto, hermandad y parentesco lejano, por derecho propio, los que nos acerquemos  a ella para intentar liberarla, sin levantar los recelos o sospechas que provocan los buscadores de tesoros, y sacarla así de este letargo milenario.

  Creemos que, en el fondo, es lo que  quiere, no en vano durante años nos ha ido enseñando, nos ha dado a conocer pequeños muestras de su existencia, sacando a la superficie restos de su antiguo ser. Incluso algunas veces ha sido más generosa y  en las tardes de otoño, cuando las tierras agrícolas habían sido aradas y regadas de agua celestial, aficionados y amantes de lo desconocido, merodeando por el lugar,  encontraron  aquello que buscaban. Y enriquecidos de ilusión y ánimo mantienen en su interior, como si de un tesoro se tratara, viva la idea de que  estos campos hoy tan solitarios y olvidados, encierran en sus entrañas un inquietante pasado, que otros, más implicados y sin justificación posible, han querido olvidar.

  Se conoce mucho en este pueblo acerca  de “La Ciudad”, pues ya hace algún siglo que los paredeños rebuscaban en la tierra la identidad de su pasado, y este saber   ha sido transmitido de generación en generación, de unos a otros, de padres a hijos, de aficionados a entendidos en arqueología, comentando unos a otros la extrañeza, curiosidad o belleza de las “cosas” que se encontraban. Los distintos colores de la tierra, la disposición del terreno, el “retumbar” del suelo al paso de las caballerías etc., han permitido que algunos, más entusiastas que otros, conozcan ya hoy, con cierta exactitud las características de este yacimiento arqueológico.

  Desde hace algún tiempo  llegan a este pueblo, mensajes y llamadas lejanas procedentes de la vieja “Ciudad”  que parecen decir que cansada de tanta oscuridad, de tanto letargo, curado su orgullo, quiere entregar ya su tesoro.  Pero “La Ciudad” impone condiciones, pues quiere que el esfuerzo que supone salir de letargo tan prolongado, tenga especialmente para el pueblo de Paredes de Nava compensaciones y beneficios que repercutan  en su desarrollo cultural y turístico.

  Propone que se cree un ambiente propicio a su aparición, que se hable de “ella”, que se pronuncien conferencias, y sobre todo que se destine un lugar donde se recoja, en un pequeño museo que lleve su nombre, los muchos restos que hablan de su existencia. Después ya dirá  dónde está su corazón.

 

J. H. V.        

 

 

 

 

INTERCATIA

 

 

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